Los periodistas etiquetados

Esta tarde descubrí a Jacinta Peralta. Ramón Amaya Amador me agarró con su mano imaginaria y me fue mostrando el poder invisible del etiquetamiento en la vida de Jacinta Peralta, una "sirvienta" que convierten en “Prostituta”, por medio del poder de las etiquetas.
Las nuevas generaciones urbanas hemos aprendido que lo que los demás piensen de uno no es tan importante porque al final son los hechos y no la reputación, lo que demuestra lo que somos y porque la gente siempre verá a los demás desde sus prejuicios y desde su mundo.
Pero esta novela me hizo reflexionar sobre el poder que damos cuando dejamos que nos etiqueten y, bueno, en el caso de los periodistas si nos educamos con impuestos del pueblo tenemos la responsabilidad de rendir cuentas. Creo que debemos resistirnos a que nos etiqueten y que la única etiqueta que podemos asumir es la de periodista.
A la inquietud de la novela, se suma una opinión de mi colega Cindy Melissa Posas que me dijo sobre el cuidado que debemos tener al opinar como periodistas en las redes sociales y le dije que lo iba a estudiar. Me inquietó. Esta no es una justificación, sólo me parece rico y apasionante debatir en torno al periodismo que nos apasiona.
Mi colega Franz Rivera Barahona me dijo que uno de mi post estigmatizaba estudiantes vestidos de blanco, identificados con imágenes como activistas del Partido Nacional que se oponían a la protesta universitaria. Por todo lo que he estudiado últimamente entiendo, en este momento, que la protesta es un mecanismo legítimo de libertad de expresión y a veces el único mecanismo para alzar la voz en sociedad con medios de comunicación controlados por el poder, desde la censura, la publicidad oficial, etc. Quizás haya una mirada policial y militar que vea en la protesta un riesgo para la seguridad, miradas antropológicas, sicológicas, en fin; pero desde la perspectiva de la sociología, la filosofía y los derechos humanos, la protesta es un derecho.
Franz me obligó a leer. No tanto como debiera, pero en el poco tiempo que tuve lo hice. Así que empecé a buscar quiénes pueden ser estigmatizados, qué es el estigma, cómo es que esto opera.
Una mirada muy rápida sobre la teoría me ha hecho percibir que el estigma, son etiquetas puestas sobre sobre grupos incómodos o vulnerables, percibidos como anormales por sus características físicas, sus actividades o sus ideas.
De tal suerte que un grupo que opera desde el poder y que defiende la normalidad difícilmente puede ser estigmatizado y menos por una opinión personal que no es capaz de controlar todo el pensamiento colectivo.
“El individuo estigmatizado, que tiene dañada su identidad social, pasa a ser una persona desacreditada frente a un mundo que no lo acepta”. (Goffman, s.f.)
“Goffman llama normales a aquellos que no se apartan negativamente de las expectativas particulares, de lo que se espera de ellos. Los normales consideran que la persona que tiene un estigma no es totalmente humana y en función de eso practican diversos tipos de discriminación: “construimos una teoría del estigma, una ideología para explicar su inferioridad y dar cuenta del peligro que representa esa persona”. (Goffman, s.f.)
Pero ahí viene mi otra autocrítica, generada por la novela Jacinta Peralta y por el comentario de mi colega, ¿tengo derecho a opinar en las redes? Soy periodista y en la Escuela de Periodismo me enseñaron que el periodista debe estar en el centro, no tomar partido, ser objetivo, ser imparcial.
Así que mi autocrítica es que mostrar mi opinión como persona quizás me coloca en desventaja porque los organismos de inteligencia me perfilan para luego etiquetarme como “periodista de izquierda”, “activista” y “periodista de la resistencia” y tantos adjetivos diseñados para mentes manipulables porque yo no me autopercibo como periodista de izquierda ni de derecha, sólo como periodista, como un ser humano que quiere transformar la realidad de mi oficio para cambiar la forma en que hemos venido construyendo la realidad. La izquierda, la derecha, me parecen que son etiquetas para controlar la sociedad, porque la realidad se compone de quien tiene poder y de quien no. Así está estructurada la sociedad en la que nacimos.
No me importa tanto el estigma sino el efecto, porque el fin de la etiqueta es el control social de quien tiene poder y que el mensaje del periodista pierda legitimidad y creo que si un periodista opina muestra de manera transparente su criterio, lo injusto sería no dar espacio para que quienes no tienen ese criterio no puedan opinar.
Yo soy periodista y estudio a diario el periodismo. Que opine y muestre mi criterio no quiere decir que no voy a aplicar el método periodístico, mi obligación es buscar estudios críticos para profundizar en conocer el periodismo y que mi pensamiento evolucione.
A mí me enseñaron que no era bueno opinar y que siempre hay que estar impecables en el personaje de periodista sin mostrar el lado humano, pero eso nos convierte en autómatas. Es que lo que nunca me enseñaron en la Escuela de Periodismo es que al salir me iban a pedir imparcialidad y objetividad, pero del lado del dueño del medio jejej. Que si yo encontraba algo que salpica a una empresa del monopolio cruzado del dueño del medio me lo tenía que callar, eso no me lo dijeron en la Escuela. Tampoco me dijeron que la opinión del propietario anulaba la mía.
No me enseñaron que los dilemas éticos se viven en la calle, en la realidad, en el día a día, cada instante, que los libros ayudan para comprender el contexto, pero que sólo mi consciencia y mi conciencia pueden ayudarme en el instante del dilema para tomar la mejor decisión.
En la Escuela de Periodismo me dijeron que nunca debo tomar partido y apenas llevé una simple clase de filosofía general, así que me dejaron casi desnuda para comprender qué es tomar partido. Como sea, uno sale de las aulas con ganas de cambiar el mundo y entra a los medios.
Ahí uno se encuentra que prevalece la versión policial, por encima de la voz de un “simple delincuente”; la versión empresarial, por encima de la voz de los funcionarios que luchan por el interés público, ahí uno aprende a realizar linchamiento mediático del chivo expiatorio de turno, a darle vos a quien concuerda con el propietario del medio y a reducir o eliminar las ideas contrarias. Eso me motivó para luchar porque todos tengamos derecho a opinar, a debatir con ideas y no sólo el dueño del medio. No me refiero sólo a los medios nacionales.
También aprendí a hacer un periodismo que casi siempre va de prisa sin profundizar en los hechos y así nos toca a muchos, así es la dinámica empresarial. La mirada de los hechos tiende a ser reduccionista, con maniqueísmo, con la historieta de héroes y villanos, una realidad en blanco y negro y quizás esto cambié en la medida que cambie el pensamiento colectivo; no digo que no puedo volverlo a hacer porque lo que tampoco me enseñaron fue a ser emprendedora, me formaron para ser empleada, obrera y porque las estructuras del país nadie las está cambiando para hacer periodismo independiente, mientras tanto, mi sueño sigue siendo hacer periodismo de investigación con las técnicas y métodos adecuados.
Esa situación del periodismo, no sólo pasa en Honduras, un hecho como el de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 ha sido tratado como una verdad absoluta, irrefutable y oficialista, muy pocos medios se han atrevido a hablar sobre la “verdad alternativa” de este hecho que ha generado etiquetas del Islam.
Entonces es claro que los periodistas mientras estamos del lado de quien controla, vamos a navegar con la bandera del poder como “equilibrados, imparciales, bla, bla, bla” y que una vez que nos convirtamos en críticos podemos recibir los calificativos que se le ocurra a quien domina y no sólo los periodistas, quienes se han opuesto a la verdad establecida han sido confinados a prisión, a lo largo de la historia porque su verdades derribaban la verdad de la iglesia que decía que la tierra el centro del universo , por ejemplo.
No es mi interés cuestionar tanto la forma en que los medios representan la realidad, fabrican la noticia o construyen el acontecer, mi primordial intención es demostrar que realmente se etiqueta a los periodistas que tratamos de ver un poco más allá, se trata de ¿quién etiqueta a quién, cómo y para qué?
Pues creo que tengo derecho a opinar en mi red social, que para opinar debo estar informada y sí debo reconocer que debo estudiar más sobre el papel del periodista en la era de las redes sociales.
La gente debe saber que una cosa es opinar y es muy diferente el periodismo informativo con reglas establecidas, que no es que sean absolutas, pero que mientras no seamos capaces de estudiar a profundidad y plantear otras, desde el conocimiento, pues hay que seguir el método para reconstruir un hecho desde todas las miradas posibles.
Jorge Ramos, no es de mis periodistas favoritos, en su artículo el Peligro de Ser Neutrales, publicado en Diario La Prensa, el 6 de junio de 2016, citaba que:
“¿Cuándo debemos tomar partido los periodistas y dejar la neutralidad a un lado? He identificado seis áreas. No debemos ser neutrales en casos de racismo, discriminación, corrupción, mentiras públicas, dictaduras y violaciones a los derechos humanos. No podemos tratar igual a un dictador que a una víctima de su dictadura. No debe ser lo mismo entrevistar a Donald Trump –que hizo comentarios racistas sobre mexicanos y musulmanes, e insultó públicamente a varias mujeres- que a las personas que ofendió”.
¿Si el periodista debe tomar partido?
Creo que eso lo pueden responder mejor ustedes: ¿Si las personas son confinadas en campos de concentración por ser judías, de qué lado hay que contarlo? ¿Si un "presidenciable" desprecia a los latinoamericanos por serlo…? ¿De qué lado debería reportar un periodista sobre el daño de un bomba atómica en la salud de quienes nada tienen que ver con la guerra? ¿De qué lado hay que responder la imposición de medidas económicas que asfixian más al pueblo, mientras se alquila un costoso avión para viajes presidenciales? ¿Cómo hay que contar que se robaron dinero del Seguro Social de Honduras y que el castigo se ha limitado a mandos intermedios? ¿Si hay protestas y se reprime con armas policiales y balas, cómo hay qué contarlo? ¿Si la policía patea el rostro de una periodista? ¿Si los militares matan con su M16 a un niño que evadió un retén de tránsito? ¿Si el abuso de poder es constante en una nación y se forman escuadrones de la muerte para asesinar a los críticos, de qué lado hay que contarlo? ¿Si hay desapariciones forzadas? ¿De qué lado hay que contarlo?
¿De qué lado hay que contarlo? Desde la realidad con evidencias o desde la versión oficial que tiene más espacio, por la pauta publicitaria; desde el lado de la verdad o desde el lado de la mentira. ¿Qué voces deben prevalecer, las de las víctimas o la de los victimarios? ¿Si le doy espacio a las víctimas cómo evito revictimizarlas? ¿Debo limitarme a contarlo o puedo contextualizar con base en el conocimiento sobre determinado tema?
Me parece que tengo derecho además a reflexionar sobre mi oficio y a compartirlo con ustedes porque sucede que casi nunca nos auto evaluamos. No es esta mi última posición al respecto, sin duda a medida estudie y avance en el conocimiento de mi oficio, mi pensamiento va a evolucionar, por ahora en estas líneas apresuradas lo que quise decir es que no hay que morder el anzuelo del etiquetamiento de los periodistas, además el público de ahora tiene la ventaja de poder leer al periodista no sólo por lo que escribe o dice sino investigándolo en los archivos, las bibliotecas virtuales, contrastando la información y formación del periodista. Mi esperanza es que a quienes nos gusta este oficio siempre estamos dispuestos a reflexionar y a avanzar.


Comentarios

MI Quimera dijo…
Me parece una reflexión muy apropiada y que lo mismo sucede en otros espacios también.
Mientras seguimos las reglas todo esta bien, pero cuando queremos pensar se daña todo . Felicidades Wendy .

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