El relato es real, los nombres están modificados. El relato se adaptó imitando un cuento y se respetó el vocabulario de los campesinos.



El dianche sale en las venadeadas

Por: Wendy Funes


Más tarde salió la luna llena. Antes de anochecer, Rufo fue al cerro a cortar leña a este cerro de la Montaña de Azacualpa. En eso, divisó dos venadones, se puso los palos en el lomo y bajó pensando que cuando regresara Alberto, lo iba a convidar para ir a venadear más tarde.


Beto volvió cerca de la oración, como a eso de las 4:00 de la tarde.


-Acabo de ver dos venados que se meneaban casi en frente de mí, vieras, le dijo Rufo.


En el pueblo dicen que fue el Dianche que puso esos venados.


-Pero no tenemos foco para alumbrar y ahorita hay luna llena, replicó Beto.


-No hombre, vamos, yo buir a comprar baterías para el foco, insitió.


Era grande el interés de Rufo por los dos venados y caminó por 20 minutos a la pulpería más cercana del pueblo, una casa de tejado, adobe pintado con cal y napoleones alrededor del muro de piedra, donde doña Jana.

-Acá te traíba las baterías, le comentó Rufo a Beto al volver a la casa.


Cada uno agarró un foco, pero el de Rufo daba poca luz. Sus hijos se prendían de su cuerpo y le imploraban que no fuera porque lo podían matar.


-Les bua a trer venado, dicen que les dijo.


Los dos subieron el cerro, se miraba todo por la luna.


Porque como dicen que los ojos de los venados son como dos bracitas que se ven en la oscuridad, pero si la luna está "rendondota  como la pelotota de esta noche", que alumbraba todo, es difícil que los venados aparezcan.

Dicen que esperaron que la luna llena se escondiera.

-Quédese acá, en este clarito –debajo de un árbol de pino- no vaya a aluzar porque casi no se ve ese foco y me va a confundir, le advirtió Beto.


Pues ahora es que Beto cuenta que al momento perdió como el sentido porque se desorientó y ya no sabía dónde estaba, vio las lucecitas, disparó contra el primer venado y vio que cayó resbalando. Se le representó el otro venado, lo vio clarito y le disparó.


-Oy sí le dí, pensó.


-¡Aaaaaay me mataste! Beto, gritó Rufo. Beto salió corriendo, lo tomó en sus brazos, lloró. Y Rufo le dijo que fuera a buscar al auxiliar del pueblo porque antes de morir les iba a explicar que lo mató por accidente.

Y hasta el sol de hoy, el tal venado muerto nunca apareció.
Beto se agarró el sombrero, y corrió y corrió, desesperado, corrió derecho abajo del cerro, le fue a contar al suegro y a la suegra de Rufo, todos empezaron a llorar. El corrió por el pedrero para los otros pueblos buscando un carro para que lo prestaran porque quería llevar su amigo al hospital. No encontró ayuda.

A eso de las 3.00 de la mañana que vino el auxiliar a Beto sólo le alcanzó la fuerza para contarle al ayudante del alcalde lo sucedido.  Ya casi hace 30 años. Es que dicen que eso de venadear tiene misterios.

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